Asesinado por los
comunistas
desde el diario “Crítica”
en la noche del 17 de
Octubre de 1945
Primer Mártir del
Movimiento Nacional
Su poesía
"Quise cruzar la vida
con la luz del rayo
que el espacio alumbra,
seguro de no vivir más que un
instante,
seguro de no morir debilitado.
Así como el rayo,
corto, breve y soberano".
D. Passaponti
NOTICIA
Concluida la
movilización popular e inmediatamente después del diálogo Perón-Pueblo que se
generó, espontáneo y casi increíble, los manifestantes comenzaron a abandonar
la Plaza de Mayo con el colorido de las antorchas encendidas.
La Avenida
de Mayo era un desfile incesante de personas que al pasar frente al edificio
del diario Crítica, cuna de cipayos e izquierdistas antiperonistas, silbaban
estruendosamente.
Al comenzar
a pasar por allí las columnas de la Alianza Libertadora Nacionalista,
comenzaron a disparar con armas de fuego desde las ventanas del diario.
Los grupos
de la Alianza se parapetaron en un lugar de la vereda de enfrente y utilizando
las mesas como escudo, respondieron el ataque generándose un grueso tiroteo. En
medio de la vereda, cayó alcanzado por las balas cobardes de los enemigos del
Pueblo, Darwin Passaponti, un joven poeta de 17 años. Había recibido un tiro en
la frente, llevaba en su solapa el cóndor, la insignia de la Alianza
Libertadora Nacionalista, hacía unos meses había comenzado a militar en la
Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios; otros dos jóvenes heridos de la
Alianza Nacionalista, murieron varios días después.
Llegado el
día 18 de octubre, la cifra fue de cincuenta heridos y un muerto. Del bando
agresor, luego de la intervención policial y del Regimiento 3, se detuvieron a
los atacantes pertenecientes al diario Crítica y se secuestraron todas las
armas.
DARWIN PASSAPONTI
16 AÑOS DE EDAD
EL PRIMER MARTIR DEL PERONISMO
Nadie escapa a su destino
Nadie escapa
a su destino, nadie puede ser distinto de la genética y la espiritualidad
aunque Dios ha manejado su cuerpo y su alma, esto no es una actitud fatalista sino
una actitud real, que, al cabo de tantos años de observancia, vemos que así ha
sucedido con Darwin Passaponti, que nació en Zenón Pereyra, Santa Fe.
¡Vengan que
está muy lindo!, eso le dijo Darwin Passaponti a su familia, que era una
familia de farmacéuticos, de católicos, de anarquistas y de maestros cuando
comienza y finaliza el día, ese día en que la gente había salido en busca de su
destino.
Darwin
Passaponti nació un soleado día 1º del mes de noviembre de 1927, en Zenón
Pereyra, un pueblo de Santa Fe.
Nació con el
olor a trigo, con las luchas entre el campo y la industria, con las luchas de
un pueblo, que desde el Martín Fierro, ese verdadero poema universal, poco
estudiado, tan poco analizado en la Argentina, desde ahí llegaba a este mundo, con
todo ese substrato, en un hogar atípico, descendientes de Cayetano Retamar y de
Cándida Quiroga, una entrerriana, ferviente católica, mujer de avanzada, si
pensamos que ella estudiaría en la Universidad de Tucumán, donde conoce a
Trento Passaponti, que había nacido en Santa Fe, también farmacéutico.
Penetren
entonces en el contexto de esa cuestión genética, esa cuestión espiritual de
Darwin Passaponti, era hijo de una ferviente católica y de un anarquista,
escritor, polemista, autor de la obra teatral La hora incierta, en el año 1938,
en el que se mezclaban distintos parámetros de lo que era, en ese momento, la
historia de la Argentina y de toda Latinoamérica.
En uno de
sus párrafos, desesperado uno de los componentes dice: -no sé qué más valía, en
esta hora incierta: si tenerlos aquí, entre tus faldas, por satisfacer el
sentimiento un tanto egoísta de saberlos no expuestos en la lucha, o dejarlos
así como están, siguiendo las inspiraciones del ideal que abrazaron.
-Luchan,
luchan aquellos, porque creen que de una eterna lucha de ideales nacen las
nuevas concepciones. Luchan porque sin ese desgaste que realiza la combatividad
juvenil se anquilosarían sus espíritus. Premonitorio, el padre, al igual que el
hijo; porque si la combatividad en los ideales, ha llegado hasta nuestros días,
nos trascenderá.
-Luisa reza,
reza tal vez, porque en su misticismo no concibe que sea el hombre quien labra
su propio destino. Tú, tal vez lo entiendas mejor. Yo, aún no me he decidido a
rezar, espero, porque también yo tengo fe. Esperemos, es lo único que se puede
hacer quienes ya no pueden luchar.
Eso les
hacía decir Trento Passaponti a sus personajes de La hora incierta, escrita en
1938, o sea Darwin, ya tenía diez años. También se mezcla en su génesis, la
gente de campo.
En su
magnífico libro La Chacra del Mangrullo, Trento hace un relato de vivencia
cuando era pequeño y adolescente, donde manifiesta su amor y el de toda su
familia, por el campo y sus luchas de época, responsabiliza a gente que él dice
-de esos apellidos o de otros. Más familiares, a nuestros oídos del fin del
siglo pasado. Está cubierto el suelo argentino, a lo largo de sus líneas
férreas. Son los apellidos de accionistas ingleses a quienes les correspondió
la regalía de una legua de campo a cada lado de los ferrocarriles. Nuestros
gobiernos, con un sentido nacionalista muy personal, dejaron en las manos de
esos pioneros la tierra pampa que aún no se recuadraba en chacras de
agricultores gringos.
Y nos dice
Trento: -No fue el gringo cocoliche y pizzero quien aventó al gaucho a la vera
de los caminos. No fue la insensibilidad de nuestros gobiernos, frente a la
inicua explotación que de ese sector nativo hizo nuestra oligarquía patricia.
Los enormes feudos en manos de las llamadas 200 familias dedicadas a la
explotación ganadera, tenían un puestero, cubriendo miles de hectáreas; su
vivienda era un rancho miserable, su paga ni siquiera se expresaba en jornal.
No podía
hacerse porque era inferior a la unidad monetaria. ¿Que peón ganaba un peso por
día?, por eso eran mensuales de 20 pesos tal vez, 25 si era muy rendidor, algún
para de alpargatas... ¿Cómo podía formar ese primer núcleo social que es la
familia?
Y si su
desaprensiva ignorancia lo llevaba a buscar compañera, sin pensar en la
responsabilidad futura, ¿Qué otra cosa podría darle al hijo que vendría como no
fuera la herencia de su misma miserable vida?, si vivía.
Así se
extinguió el gaucho, como se extinguió el indio. Nadie pensó que la sangre del
indio y la sangre del gaucho fueron las que regaron la tierra patria. En su
primer balbuceo de nacionalidad, nadie recuerda que esa misma sangre tiñeron el
agua, y el nombre de nuestros ríos en el largo proceso de consolidación.
Si alguien
lo recordó fue para apostrofarla con la sola afirmación de que la sangre era el
único elemento humano que poseía el gaucho para justificar su violenta
eliminación.
Boyerito,
peón de estancia, domador, resero, Martín Fierro no le echó la culpa al gringo.
No fue el
gringo quien lo mandó a los fortines para que le disputara al indio su heredad.
Tampoco fue
el gringo quien aprovechó su ausencia para aventar su rancho.
Así nació
ese resentido social que vivió al borde de los núcleos urbanos que no querían
adentrarse en el poblado.
Ese era
Trento Passaponti, el que iba a engendrar a Darwin, ese a quien sus compañeros
llamaron El Matrero.
Tanto debe
haber sido la cuestión genética, tanto debe hacer sido la influencia de ese
padre anarquista y de esa madre católica.
Hay que
adentrarse dentro del pensamiento, del alma, del corazón de Darwin Passaponti
para analizar estos días. Lo que hoy llamaríamos un niño de 13 a 14 años, Ya
estaba peleando en lo que eran las cosas de la Patria!
En la última
parte del libro, La Chacra del Mangrullo, Trento se muestra desilusionado por
unas elecciones que había habido en la República Argentina y entonces miraba la
pampa y decía: -Es febrero, el sol castigaba la tierra reseca, los meses de
sequía han quemado los rastrojos que quedaron después de levantar la cosecha
fina, él no se encontraba a gusto con las elecciones que había habido.
Decía:-Mi
sangre gringa tenía los aglutinantes de amalgamiento que operaban el milagro de
hacerme sentir gaucho, de ser gaucho, con sus más limpios atributos.
-La idea de
Dios y el sentido de la patria, fueron esos mismos atributos básicos, los que
blandían en sus tacuaras los gauchos de Güemes poniendo freno a la codicia
goda, los mismos bárbaros atributos de las ululantes montoneras.
-No, no me
servía esa clase de política, quería vivir allí, en la chacra, para avizorar
desde mi mangrullo la comba del horizonte poniéndole linde a la pampa, para que
cada amanecer me trajera la esperanza renovada de esta patria mía.
Eso lo
escribía Trento Passaponti en la década del 40.
-En 1945 su
hijo iba a dar comienzo a otra historia que no tiene fin, porque el 17 de
octubre de 1945 no es sólo el relato de un hombre y su pueblo, de un hombre y
su circunstancia, de un hombre y su destino manifiesto; el 17 de octubre de
1945 salió a la calle la gente, toda la gente, todos los que de una u otra
manera sentían la tierra, el barro, la sangre, la lucha, la tristeza, el frío;
pero no salieron solamente los que desde sus fábricas cruzaron a nado el
riachuelo, ni los que aún desde sus empresas pensaban que algo podía tambalear,
salieron también desde las universidades, salieron también desde la zona
urbana, llegaron todos, convergieron todos en la Plaza de Mayo, todos los
argentinos.
-En ese
momento existían cuatro o cinco lineamientos políticos; el anarquismo, el
socialismo, el comunismo, el radicalismo, que ya había sido gobierno y había
sido despojado del voto popular, por intermedio de la tiranía.
Todos los
que convergieron a esa Plaza de Mayo iban llevados por sus ancestros, era como
que toda la sangre, toda esa sangre del gaucho se había amalgamado con el
indio, y en un solo haz estaban en la plaza, en esa plaza en la que no existía
aún ni el peronismo, ni el justicialismo, pero sí existía un olor a patria.
Fueron a
buscar su olor, el olor de su madre, el olor de su tierra, el olor de su pampa,
el olor que les iba a proporcionar, que existiera una Argentina antes del 17 de
octubre de 1945, en donde un peón de campo valla menos que un par de alpargatas
y una Argentina después de 1945.
Esa
Argentina, esa Plaza, ese olor, ese sentimiento, esa lucha, esa alegría, ese
sufrimiento, lo cubrió con su cuerpo Darwin Passaponti, el primer mártir del
peronismo que tenía 16 años de vida física y millones de años de vida
espiritual.
Madrid, 20
de diciembre de 1967.-
CARTA DEL GENERAL PERÓN AL PADRE DEL
JOVEN ALIANCISTA ASESINADO EL 17 DE OCTUBRE DE 1945
Señor Don
Darwin Passaponti
Buenos Aires
Querido
compañero:
He recibido
y le agradezco el envío de su libro "La Chacra del Mangrullo", como
las generosas palabras de su dedicatoria. No sabe usted el placer que he tenido
al leerlo porque yo he nacido en la estancia de mi padre en Lobos y he crecido
después en otra estancia en la Patagonia, de manera que todo cuanto usted
menciona me es casi familiar.
Muchas gracias
por el buen rato que me ha proporcionado con tantos recuerdos.
Su
amabilidad me ha traído el recuerdo de su hijo DARWIN PASSAPONTI, nuestro
primer peronista, muerto el 17 de octubre de 1945 frente a Crítica y desde aquí
me uní al homenaje que el Peronismo en su tumba rindió con motivo del
aniversario de su fallecimiento y que en esta ocasión rememoro con emoción.
Le ruego
acepte, con mi saludo más afectuoso, mi agradecimiento por todo.
Un gran
abrazo.
JUAN PERÓN
Recordando a Darwin
Passaponti
¿Qué es ese
reflejo que en el cielo patrio
vemos que se
extiende despejando sombras?
¿Es acaso el
fuego celestial y sacro,
o quizá la
muerte, o quizá la gloria?
¿O quizá una
estrella solitaria y nueva,
o tal vez un
astro soñador, viajero?
¿O es una esperanza
pura cual diadema
o es un alma
augusta que se eleva al cielo?
¡Es el alma
magna del que murió héroe!
¡Es la
gloria pura del que salvó el alma!
¡Es la luz
señera del que tuvo temple!
¡Es la
sangre pura convertida en savia!
Es la brava
esencia de la nueva raza,
sangre y
heroísmo, corazón, bonanza.
Es aquel
muchacho que en gloriosa noche,
noche de
gigantes con aroma a Patria,
quiso
gritar... ;viva! al pabellón sagrado,
símbolo de
gloria frente a la antipatria.
Darwin
Passaponti es su nombre egregio,
sangre moza
y noble que cubrió la acera
con la
frente rota por la bala roja,
con la vista
al cielo, con el alma entera.
Quiso ver su
tierra libre de cobardes,
grande y
poderosa, justa y argentina,
y se unió al
gran Pueblo que en la tarde honrosa
recorrió las
calles llenas de alegría...
De la
infamia cruenta por la puerta pasan
!Cien tiros
sonaron! ¡Cargó la jauría!
¡Hombres y
mujeres, jóvenes y ancianos!
¡Nada le
importaba a la sierpe impía!
Manos de
valientes empuñaron armas
¡que no
quede uno! - todos se decían –
Que la
Patria viva! ... y que viva sana!
los
traidores ¡mueran! ¡muera la falsía!
-¡Darwin
Passaponti, no vayas de frente;
ellos son
cobardes! - pero él no oía;
cruza y se
detiene ¡juventud valiente!
y del negro
antro sellan su agonía.
Y la bala
atea da en la frente adusta,
cae cubierto
en sangre ¡la frente lucía!
¡quiso ir
adelante! ¡quiso ir a la lucha!
mas del
cuerpo mozo se fugó la vida.
Darwin
Passaponti, con la enseña augusta
se cubrió tu
cuerpo, se tapó tu herida.
Luis FERNÁNDEZ VILLAVICENCIO
[Publicado en Tacuara, vocero de la
Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios
en octubre de 1948. Año IV. N° 6]
BALA ENTRE CEJA Y CEJA
¿De dónde
nace este río?
Creyera sus
fuentes ciegas.
Ardores de
sangre moza
Rebullen por
las aceras;
Broncas
voces, pechos recios,
Al aire las
cabelleras...
¡No queremos
ser colonia
le pesare a
quien le pesa!
Si los pies
están llagados
Corazón
mueve las piernas,
Si callos
las manos tienen
Mejor
aprietan la enseña,
Si roncas
están las voces
Su furia el
viento les presta.
Para vivar a
la Patria
Buenos Aires
se despierta
Camarada
Passaponti,
¿Sientes tu
sangre en las venas?
Passaponti,
Passaponti,
La columna
pasa apriesa.
Si no ocupas
tu lugar
No lucirás
como estrella.
La noche
estaba velada
Y Buenos
Aires de fiesta,
Cien mil
luminarias arden
Porque en
ellas conociera
Que la noche
era propicia
Para
encender una estrella
Camarada
Passaponti,
Está la
muerte que acecha
Detrás de
aquellas ventanas
Defendida
por diez rejas.
¡Delito
vivar la Patria!
¡Delito
quererla entera!
Comunistas y
judíos
Esto lo ven
como afrenta,
Levantan
crispado el puño
Y bajan la
frente aviesa;
Como no
suben de amores.
A los ¡viva!
¡muera! ¡muera!
Desde
"Crítica" responde
La
Antipatria saña negra.
¿Viva la
patria! ¡Que viva!
Desde
"Crítica" ¡Que muera!
Ya no pueden
con su sangre
Quienes
tienen sangre recia.
La injuria
enciende el encono,
Clama el
encono,
¡Camarada
Passaponti
No des el
pecho a las fieras
Que apuntan
agazapadas
Detrás de
aquellas diez rejas!
-El hombre
nacionalista
No se
esconde en la pelea,
¡Que tiren
agazapadas!
Y apunten
bien ésas fieras
Que en esta
noche velada
Quiero
encender una estrella
Que tenga
catorce puntas
De la color
de mis venas!
Passaponti,
Passaponti,
Bala entre
ceja y ceja,
Mano malvada
te mata
Por defender
cosa buena
Saltaron
catorce puntas
De la color
de tus venas
Pura
prenderse del cielo
Y brillar
con las estrellas.
H. M. B.
[Publicado en Tacuara,
vocero oficial de la UNES,
Año I, Nº 3,
Buenos Aires, noviembre de 1945.]
YO TENÍA UN CAMARADA
Darwin Passaponti
Yo tenia un
camarada
Nunca lo
hallare mejor! ...
Que en la
gloriosa jornada
Junto a mi
lado marchaba
Al redoblar
del tambor.
Una bala, compañero!
Para quien
de los dos es?
Era el
dialogo postrero
Y bajo el
plomo certero
Cayó
muriendo a mis pies.
Me da la
suya... y en vano
Busca mi
mano estrechar
Duerme en
paz querido hermano
La Patria
quiere mi mano
Para volver
a cargar.